viernes, 6 de diciembre de 2013

Escuchó el sonido de los pasos, antes que el pestillo de la puerta.
Estaba vestida otra vez, con los tacones en sus manos y lágrimas en los ojos. 

— ¿Adónde crees que vas? —Dijo. 
—Me voy. —Ella contestó.
— ¿Te vas? No lo entiendo, qué te sucede, —calló un momento y luego dijo— ¿Hice algo mal?

—No, pero lo harás. Así que estoy yéndome, estoy dándome la oportunidad de dejarte. Antes que tú me dejes a mí, porque lo harías, todos siempre lo hacen. No me permitiré que esto sea más que una noche. Porque eso es todo lo que es, nada más. No puedo dejar que sea algo más, porque ya estoy cansada del dolor y el abandono,  de las falsas ilusiones que estúpidamente me hago que no llegan a ningún lado.  El falso amor que todos profesan,  un “siempre” que dura dos días. Como encariñarme contigo, y tener miedo de que algún día salgas y me dejes. Rota, vacía, sin nada. Así que estoy yéndome. 

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